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Islam y el Libre Pensamiento

Publié Par jean.meslier Sur 2017-03-21 @ 11h52 Dans | Commentaires désactivés

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  1. El islam es una religión como las otras. En tanto que librepensadores, debemos tratarla como las otras, criticarla como a las otras, no acordarle ningún privilegio, ni enfocarse en ella más de lo que las circunstancias lo exigen. Sin olvidar la responsabilidad histórica de las religiones, nuestra crítica debe concordar con la virulencia actual de cada religión, con el peligro que ella representa en la hora actual. Constatamos que hoy el islam toma una importancia particular, por sus pretensiones y recientemente por sus destructivos avances. Justamente, las circunstancias nos llevan a tratarlo seriamente.
  2. ¿Cual es peor: el cristianismo o el islam? El cristianismo es seguramente más peligroso que el islam en los Estados Unidos, en América Latina y en el Africa Subsahariana, por ejemplo, mientras que en Europa se encuentra un poco domesticado luego de 2000 años, aunque todo puede ser reversible. Pero globalmente y actualmente, sin dudas es el islam o al menos su variante politizada, quien amenaza principalmente las libertades, las conquistas de la Humanidad y su progreso.
  3. Islamismo, islam político, islam radical, integrismo musulmán, islamofascismo, fanatismo islámico y otras, tantas expresiones que significan todas una variante altamente politizada y extremadamente virulenta del islam. La elección de la mejor definición es discutible, cada una tiene sus ventajas e inconvenientes (por ejemplo, el integrismo puede no ser violento; fascismo puede ser tal vez un término demasiado moderno en estas circunstancias), pero una cosa es cierta: poco importa la expresión elegida, este fenómeno existe, él hace estragos actualmente y causa devastación a la vez física e ideológica.
  4. Esta variante politizada del islam, no es menos legítimamente musulmana que cualquier otra variante: en efecto, dado que los libros llamados “santos” como es el coran dicen todo y su contrario, podemos fácilmente encontrar pasajes preconizando la paz e la misma manera que otros preconizan la violencia extrema contra los “infieles”y todo aquel que no es suficientemente musulmán, incluso llamando al genocidio. El islam político no es una deformación ni una extrapolarización exagerada del islam; al contrario, es simplemente una interpretación totalmente plausible de la religión musulmana.
  5. La virulencia actual del islam político tiene causas lejanas o fundamentales como causas próximas o recientes. Las causas fundamentales son evidentes y fueron nombradas en el punto precedente: esta interpretación política del islam hace parte integrante de esta religión desde sus inicios hace 14 siglos. Por otro lado, esas tendencias políticas, fuertemente oscurantistas, han sido renovadas varias veces, por ejemplo: por la anti-filosofía de Hamid Al-Ghazali en el XIº siglo, por el wahhabismo fundado por Ben Abdelwahhab en el XVIIIº siglo, por la Sociedad de los Hermanos Musulmanes fundada por Hassan el-Banna en 1928, por la instauración de la teocracia de Khomeini en Irán en 1979. El carácter totalitario del islam que regula todos los aspectos de la vida humana, tanto privada como pública, favorece esa interpretación.
  6. Las causas más recientes del auge del islam político son las incursiones militares y económicas de las potencias occidentales – Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, y sus aliados – en varios países de cultura musulmana, sobre todo en el medio oriente, entre otros, financiando movimientos islámicos muy retrógrados y sus formaciones militares. Esas incursiones han grandemente desestabilizado esas regiones debilitando o destruyendo regímenes que tenían orientaciones más laicas, causando estragos considerables y una enorme miseria humana, abriendo así una caja de Pandora que permitió el despliegue del islamismo radical. Pero estas torpezas delas potencias occidentales no crearon el problema. Al contrario, ellas no han hecho otra cosa que liberar un monstruo pre-existente.
  7. Los islámicos, teniendo un programa político totalitario y teocrático, que no reconoce ninguna separación entre Estado y religión – previsto, por supuesto que esta religión sea la buena, es decir, la suya – se oponen encarnizadamente a los derechos de las personas y sobre todo a la laicidad. Ellos alientan entonces un odio feroz a Francia cuya cultura epicureana les causa horror, y por supuesto el modelo laico, sin duda uno de los más avanzado del mundo a pesar de sus lagunas, es para ellos una manifestación diabólica.
  8. El islam en su variante política, preconiza – al igual que el cristianismo politizado, por otro lado – la conquista del mundo. Para promover ese programa, dispone de tres armas proincipales: el velo, la propaganda y el terror.
  9. El velo bajo todas sus formas: hijab, tchador, niqab, burqa ou burkini, entre otros, es un estandarte identitario de este movimiento islámico. El velo islámico no es musulmán en el sentido amplio del término, dado que él pertenece solo a la franja fanática islámica. Representa y vehicula los valores de este movimiento, sobre todo su extrema misoginia. El velo representa la servidumbre de la mujer, un trapo ignoble. La imposición de este velo y la derogación de toda medida legal que limitaría su porte de cualquier forma que sea, constituye un imperativo para el islam político. El islamismo instrumentaliza el cuerpo de las mujeres con la finalidad de luchar contra la laicidad, contra la libertad de conciencia y contra las otras libertades fundamentales. Pretender que el velo islámico no es una vestimenta como otras, es un sofisma ridículo. La discriminación y la opresión de las mujeres existen en otras religiones como un instrumento de poder patriarcal, pero es el islam quién empuja la misoginia al extremo al atribuirle a la mujer un estatuto infra-humano: su testimonio vale la mitad de aquel del hombre delante del tribunal de la sharia.
  10. La propaganda islámica instrumentaliza el lenguaje de los derechos de la persona para luchar contra los derechos de la persona. Aquellos que se oponen al programa liberticida de los islámicos son acusados de “racismo” – incluso si la religión no tiene nada que ver con la raza y ni es tampoco un atributo innato del individuo – o de “islamofobia” – término desleal que sirve a censurar por intimidación la necesaria crítica del islam y del islamismo. Esta propaganda se sirve muy libremente del lenguaje de la libertad de religión con la finalidad de promover su programa político-religioso en detrimento de cualquier otro; de hecho, se trata de ganar privilegios religiosos disimulados bajo el término “derechos” y superponiendo la libertad religiosa a toda otra libertad.
  11. En cuanto al terrorismo islámico, él siembra el miedo, el choque y la desorientación entre la población. Es complementario de los trámites legales para hacer normalizar y banalizar el porte del velo en todos lados, es decir, que la djihad violenta es complementaria de la djihad legal. El terror se enfoca también en crear una actitud de desconfianza en dirección del conjunto de los musulmanes y de rebote un sentimiento de persecución entre los musulmanes comunes, aquellos que no tienen nada que ver con la violencia de los islamistas, y eso en el objetivo de promover la falsa idea de que los musulmanes constituyen una comunidad unida, incluso monolítica. Esto es particularmente injusto y peligroso para los ex-musulmanes, y constituye un obstáculo a la laicisación de las sociedades musulmanas y favorece el reclutamiento de nuevos djihadistas.
  12. Frente a la amenaza islámica, constatamos que una parte de la izquierda – quienes, según los valores normalmente vehiculizados por la izquierda, debería criticar todo movimiento político fundamentado sobre el oscurantismo religioso – se ha seriamente desentendido. En lugar de abordar la tarea necesaria de criticar al islam con el mismo vigor que ella utiliza para criticar al cristianismo, esta izquierda muestra una vergonzosa pusilanimidad. Se pliega a la campaña islamista de promoción del velo, hace suya la propaganda islámica lanzando falsas acusaciones de “islamofobia” o de “racismo” o peor aun, contra aquellos que no se pliegan; rechaza nombrar clara y francamente a los culpables de actos terroristas. Las razones de esta cobardía son diversas y controvertidas – ¿culpabilidad post-colonial, culpabilidad cristiana, angelismo cristiano, solidaridad ciega con los oprimidos que impide ver que ellos mismos son opresores, táctica inocente según la cual el enemigo de su enemigo (el imperialismo norteamericano) sería su amigo? Sea lo que sea, esta dimisión de una cierta izquierda fortalece enormemente el movimiento islámico.
  13. Dada la existencia de este islam político (se puede preferir una otra denominación de acuerdo a la lista del punto 3) y sus numerosos avances, a veces violentos, a veces legales, a veces socio-culturales, es importante nombrar bien esta tendencia política, sobre todo en las circunstancias extremas. Recordemos la célebre observación de Albert Camus, tan bien expresada por Eric Fottorino: “Nombrar mal las cosas, juzgaba Camus, es agregar infelicidad al mundo. No nombrar las cosas, es negar nuestra humanidad”. Por ejemplo, cuando un atentado terrorista deja numerosos muertos – como los de París y Niza – y que las motivaciones islámicas de los autores son evidentes, entonces no nombrar esta ideología revela la más abyecta cobardía política.
  14. Como una buena parte de la izquierda habiéndose abstenido de hacer frente a la amenaza islámica y sus designios anti-laicos, los partidos de derecha se han aprovechado de la situación para erigirse en críticos del islam y en defensores de la laicidad. El responsable de esta situación es primero y ante todo la izquierda que ha dimisionado. La derecha, oportunista, no hace otra cosa que instalarse en el vacío dejado por esta izquierda.
  15. ¿Qué hacer, entonces, frente a esta amenaza particularmente intratable? La primera etapa es de nombrarla y describirla honestamente, lo que es el objetivo del presente texto. Enseguida es necesario defender la laicidad, sin concesiones ni epítetos, a la cual se opinen con vehemencia los islamistas. Es necesario promover la idea de prohibir los signos religiosos entre los funcionarios del estado en sus trabajos, así como prohibir igualmente los velos que cubran la cara tanto entre los funcionarios como entre los usuarios de los servicios públicos. Evidentemente, la elección o no de este tipo de procesos, dependerá de la voluntad del electorado en cada país soberano. A prohibición de la cara tapada en el espacio público, como es el caso en Francia, es una medida más fuerte, pero asimismo viable. Finalmente, la posibilidad de prohibir el porte de signos religiosos por los empleados del sector privado no esta excluido a condición de que tales medidas sean encuadradas por una legislación que asegure una aplicación igual para todas las religiones sin distinción.
  16. Más generalmente, es necesario reconocer que el islam, como el cristianismo y toda otra gran religión, es fundamentalmente peligroso. En lugar de una reforma, al ejemplo de la Reforma protestante, el islam tiene necesidad más bien de las Luces. Finalmente, hay que oponerse simultáneamente a las dos derechas, tanto a la derecha cristiana nacionalista como a la derecha islamofascista.

David RAND (Canadá)
Nina SANKARI (Polonia)
David SILVERMAN (Estados Unidos)


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[1] en français: https://www.atheologie.ca/islam-et-libre-pensee/

[2] en anglais: http://www.atheology.ca/islam-and-freethought/

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